No hay nada peor que pelearse con alguien, no solo por el hecho del dolor y el sufrimiento, sino por una cuestión de egos. Ya bastante tenemos lidiando día a día con nuestras propias debilidades psicologicas como para ahora tener que soportar tambien las de alguien más.
Cualquier pelea o discusión se torna diez veces peor cuando el orgullo y sus amigos se interponen entre las dos personas; La inseguridad y la paranoia empiezan a hacer de las suyas, y así es como un simple pleito termina siendo un distanciamiento total.
Vamos y venimos constantemente, pasamos del amor al odio más rapido de lo que canta un gallo y ni nosotros sabemos que es realmente lo que queremos. Sensibles, suceptibles, irritables, llega un punto en que ni nosotros mismos podemos seguir con esta tramoya infantil y es ahi cuando se produce el quiebre pensar-sentir, y como una suma de muchas cosas damos ese gran paso dejando a un lado al ego y sus secuaces.
Pero cuando pensabamos haber progresado; haber sacado el barco a flote, nos damos cuenta que ahora hay un problema mucho mayor. Bueno, hablamos y aclaramos las cosas, perfecto, pero ahora que esta todo claro y estamos de vuelta en camino de salvataje a la relación, nos damos cuenta que el verdadero conflicto ahora es seguir, y es ahi cuando todo el staff de problemas vuelve a la carga. En esta etapa la gran protagonista es la duda, que se hace presente a diario haciendonos vacilar entre lo que pensamos que es correcto y lo que no. Esta situación no es recomendable para personas impacientes o con tendencias depresivas, ya que se requiere de tiempo y perseverancia, pero por lo general si hay interes: se puede. Una vez encaminada la cosa, que mas o menos se rema de ambos lados, todo toma rumbo propio y de a poco el tiempo va cicatrizando todo.
Ya sé que es complicado, rebuscado, y que sinceramente parece imposible, pero una vez que la pasamos, tomamos todo el sufrimiento como un enorme aprendizaje para así poder decir: nunca más!
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